J. Ma. MÍNGUEZ ALBIZU
HOMO ESKULTOR
LA GÉNESIS DEL ARTE
Sobre cómo el hombre de Neandertal evolucionó hasta constituirse en el Homo Sapiens y otros descubrimientos
VÍDEOS
HOMO ESKULTOR. LA GÉNESIS DEL ARTE
ARQUETIPO DE LA TORTUGA
ARQUETIPO DE MURCIÉLAGO EN VUELO
ESCULTURAS
Hace unos 3’3 millones de años, cuando por medio de la actualidad manipuladora, el homínido hace chocar dos guijarros, la materia ¡eclosiona! perdiendo su inmutabilidad: «Aquí reside la “potencia de cambio” de nuestra intergeneracional evolución». Por consiguiente, no es de extrañar, que sería a partir de la materia pétrea: «cuando el homínido se inició con el Arte de la representación hace unos 800.000 años». Prefiguraciones que emanaban de los bloques neógenos de sílex, donde el Homo eskultor establece una interacción hilemórfica entre la cortical y el artificio. Luego si las primigenias esculturas arraigaban desde la intergeneracional «potencia de cambio» que residía en la materia pétrea, tampoco nos sorprenderá, que además de aplicarse técnicas de nueva factura, asimismo se mantendrían aquellas que durante cientos de milenios habían empleado los homínidos en la confección de los útiles. Lógicamente, nos encontramos, con que la representación se configura de manera silueteada y en general de bulto por un lado, y desde luego es una excepción el hecho de encontrar una representación a escala tridimensional. En este sentido, se debe tener en cuenta, la total inexperiencia del homínido con el arte y el grado de dificultad que representaba esta materia. Por esta razón se obviarían las extremidades como son las patas, rabos y cuernas; así mismas, las alas de las aves en vuelo quedan fusionadas en el bloque de la silueta; y en el caso de los peces se insinuará alguna aleta con gran dificultad. De este modo la representación se reducía a la cabeza y el tronco del sujeto, aunque, en ocasiones, se sugieran ciertas partes a modo de muñones, se realce a modo de fuste o se recurra al arco para darle cierta espacialidad.
El problema de la Arqueología es que, ante el objeto a estudiar, se han impuesto los marcos cualitativos de los útiles, prescindiendo del valor sensitivo, o, yo diría mejor, que los arqueólogos han perdido: «la inocencia primigenia con la que afrontaron la representación estos paleo-artistas». El objeto deductivo es que: ¡Nada!, a no ser una «radical simplificación», podría explicar nuestro «originario sistema» de conocimiento.
Los signos
Los primeros signos sobre sílex son los siguientes: cúpulas, las denominadas por mi como cúpulas astrales, medialunas, la representación del arco iris, así como la relación original de la vulva con la horqueta —que tienen el mismo valor simbólico a la fertilidad. Posteriormente, cuando estos artistas van integrando los signos en el bestiario, a la par que la representación escultórica se nutriría de profundos significados, es evidente que les procuraba un valor connivencial e intramundano para con la naturaleza: primero, para neutralizar su poder; segundo, para definir su identidad mítica; y tercero, para sellar una alianza totémica con los animales y el entorno. Así pues, por medio del arte y el signo, el ámbito de la naturaleza «toda» era «sagrado», y el Homo eskultor insistía en la simbolización interactiva del firmamento y los animales, tratando de crear una armonía aproximadora entre los opuestos de lo Limitado y lo Ilimitado. Además, según se evolucionaba se crearían símbolos en los que, por el dominio de espacio-tiempo, el hombre paleolítico era capaz de ordenar representaciones simbólicas complejas que son la multiplicidad o interrelación de los elementos simples a los compuestos.
Nada de esto se sabía hasta ahora, porque, como los arqueólogos sólo han alcanzado a descubrir las etapas finales del arte prehistórico —enmarcado en un estadio avanzado del Paleolítico superior—, no podían contar con la base original de algunos de los signos de la representación, los cuales aclaran muchos de los puntos oscuros sobre la fenomenológica simbología de la Prehistoria.
Venus de Sílex
Para orientar al usuario de una forma más precisa en la descripción, debo advertir que, en base a que no dominaban el bulto redondo o por otras causas, su interpretación doble o bidimensional es la siguiente: se representa de costado en cuanto a la silueta, a la vez que obligadamente de frente en cuanto al poder genital y fecundativo se refiere.
Aunque dada la gran dificultad técnica que ofrecía el sílex, la representación deriva de las formas silueteadas de los útiles, el hecho de interpretar a esta diosa de costado y de frente de manera simultánea, nos demuestra la gran capacidad de abstracción que habían adquirido estos artistas, toda vez, que a pesar de no dominar el bulto redondo se recogen los aspectos más esenciales. Por otro lado, no sólo obvia la parte inferior de las piernas, cómo es común en estas diosas, sino que podemos observar la ausencia de los brazos. Por lo tanto, si en las estatuillas del Auriñaciense se desdeñaban las extremidades inferiores, no era como consecuencia de la enfatización de sus atributos fecundativos, sino que, originariamente, se debía a la problemática técnica que ofrecía el sílex a toda representación, pues, salvo detalles muy subliminales, la interpretación morfológica se reduce a la cabeza y el tronco del sujeto: «Atávico precedente que se remonta al Arte sobre sílex». También es sumamente interesante el hecho de grabar el sexo sobre una depresión o cúpula y la forma de pubis u horqueta del mismo.
En vista de todo ello, si la comparamos con los ejemplos de las venus esteatopigias de Willendorf, Lespugue, Savignano y otras cuyo modelado es de bulto redondo, se muestra fuertemente contrastada y se distingue que, tanto por la materia utilizada, como por la técnica aplicada: «Se trata de una concepción artística que se remonta a unas originarias protoformas».
Los relieves
En mi opinión, los primeros relieves creados por el hombre, responden a la necesidad de la interpretación completa del animal, ya que debido al problema técnico que ofrecía la escultura en sílex, ciertas partes se convertían en un tabú. Aunque la diferencia sustancial radica en que mientras la representación escultórica —como sucede con el útil— gravita dentro de las inmutables leyes de la naturaleza, a través del relieve, el Homo sapiens idea su propio soporte espaciotemporal, liberando al ‘objeto’ de su relatividad para, de manera introspectiva, dar rienda suelta: «a una más “alta” proyección imaginativa». Así pues, con el singular método del relieve, además de excluir al agorafóbico espacio natural, el Homo sapiens va adquiriendo una conciencia más independiente y, de hecho, las primeras captaciones paisajísticas, así como los primeros mitemas ejemplares: «se plasmaron sobre este “heurístico” recurso plástico».
La interlocución ontológica desplegada por los artistas ebrocienses con el relieve sobre sílex ofrecía una síntesis conceptual de un orden liberador, es decir: aunque el potencial anímico de los magdalenienses con los relieves en el arte parietal de las cavernas es del todo irrepetible, los mismos tenían un carácter tectónico y atemporal que sobrecogían al hombre, en la angustia de un espacio, si cabe, más ilimitado y confuso que el exterior; mientras que en el relieve sobre sílex el soporte es íntimamente opuesto al de la naturaleza, modifica conceptualmente nuestro espíritu volitivo, y delimita claramente el espacio de ficción creado por el artista y el que pertenece al vacío. De esta manera el hombre va haciendo reconocible «para sí» el objeto gnoseológico al margen de la naturaleza, para, por medio de la abstracción: «superar su caótica relatividad». Esto implica que la sabia evolutiva discurría con el hombre a través de la íntima y aislante protección de estos amuletos. Prueba de ello es que siempre le acompañaron, incluso allende los mares, cuando ya prácticamente el arte de las cavernas estaba pasando a la memoria del olvido.
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Debo añadir que estoy dispuesto a colaborar (allá donde se me solicite) dando conferencias en escuelas, universidades, salas de cultura y demás centros educativos y culturales. Dichas conferencias se complementarán: con gráficos y fotografías del material arqueológico y sus correspondientes explicaciones verificativas, para así hacer más comprensible el subyacente valor simbólico que entrañan estas protoformas.
José María Mínguez Albizu
Mis credenciales no son las que normalmente respaldan este tipo de libros, pues no cuento con ningún título. Soy en toda la extensión de la palabra, un autodidacto, cuyo trabajo experimental dependería de la estética y el arte. En este sentido, al contrario de la pragmática valoración del arqueólogo, el artista, goza de resortes más imaginativos para descubrir cosas. Éste es mi caso, donde el objeto gnoseológico había sido reducido por los arqueólogos a la peyorativa idea de «cultura de lascas», cuando, muy por el contrario, dicha cultura era contenedora de la «hermenéutica abstracción» que gestó al hombre moderno: «¡El Arte sobre sílex!»
Por otro lado, contar con el aval de los arqueólogos es tan impensable como el hecho de que lleguen a reconocer: que unos 800.000 años de Arte sobre sílex hayan pasado inadvertidos para ellos. En el fondo, el problema «fenomenalista de abstracción» no concernía a la Ciencia, sino al ámbito particular «indéxico» del Arte. Lógicamente, las alternativas intuiciones del artista han resultado ser tan indispensables como decisivas. Además: ¿Dónde se iban a encontrar las claves del hombre de la Edad de Piedra ¡sino en la Piedra!?
El tiempo invertido en la realización de este libro supera los 19 años. El trabajo ha sido arduo, y tanto la prospección como el análisis de las piezas, las fotografías y los gráficos, la clasificación y los escritos, donde me he impuesto la DUDA como guía correctora, me han obligado a constantes y profundas rectificaciones. En efecto, sin esta premisa cardinal, donde una y otra vez me he visto forzado a revisar el material arqueológico, no hubiese llegado demasiado lejos. Un proceso e identificación que se me han ido revelando con una gran intensidad vivencial, ya que, finalmente, creo haber conseguido materializar una de las intuiciones que aportan más Verdad a la existenciaria problemática Humana.
MANIFIESTO
El tiempo invertido en la realización de este libro alcanza los 20 años. Y no sólo «se trata» de uno de los descubrimientos más importantes y trascendentes que se han realizado en la «Historia de la Arqueología»; sino que, además, el «tratado analítico» que he llevado a cabo a lo largo de mi investigación: «Se constituye en un “Primordial referente” del Arte y la Cultura». ¡Cosa que no ha existido hasta el momento presente!
Con todo, la Corporación Arqueológica que representa a la Comunidad Navarra: ¡me tiene marginado desde hace dos décadas! Autoritarios prejuicios que, ante el investigador independiente, adopta la Cultura oficialista: ¡De forma tan Solemne como Inmovilista! Inclusive, la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Estella-Lizarra: ¡Pasa de mí olímpicamente como si fuera un Don Nadie! Esto nos demuestra la falta de sensibilidad de nuestras instituciones: ¡Impidiendo que los nuevos descubrimientos se acepten de buen grado! De esta manera tratan de reducirme al anonimato…
¿A qué esperan…? ¿Acaso, a que otros supuestos investigadores, que tienen acceso a las «Revistas especializadas», se antepongan atribuyéndose éste «Gran Hallazgo»? ¿Tanta envidia y rechazo despierto en el ambiente cultural de la Comunidad Navarra? ¡Pues Sí! Esto ocurre puntualmente en la Historia: «¡Cuando emergen los Hombres que aportamos las cosas más reveladoras a La Humanidad!». En esencia, lo revelado no se administra, ¡Se experimenta!
En Estella-Lizarra, se habla mucho de Patrimonio de la Humanidad. ¿Qué mayor patrimonio, hoy día, que éste libro y su material arqueológico? Lo digo, porque, en el terreno de la Arqueología, la Antropología y la Mitología: ¡Nos podríamos convertir en la Vanguardia a escala Mundial! ¡Algo que nos Colmaría de Orgullo a todos! Pero no; mejor es aparcar a este investigador que, ¡en base a sus relevantes logros personales!, nos hace Sombra. Justo «aquí» viene el problema de fondo: ¿Hasta cuándo… vamos a estar los navarros privados: «De éste Universal bien Cultural»?
¡Qué irresponsabilidad!
J. Mª. Mínguez Albizu